Durante doscientos años los indios Nez Perce criaron a orillas del río Palousse una raza de caballos que los pioneros bautizaron como “Espíritu del viento”. En 1876 el gobierno americano rindió a las últimas tribus indias y decidió la aniquilación total de su mejor arma de combate: sus caballos appaloosa.
Cuando en 1938 se fundó el Appaloosa Horse Club (APHC) en Moscow-Idaho (Estados Unidos) los caballos que los indios Nez Perce (Narices Horadadas) habían seleccionado durante más de doscientos años prácticamente se encontraban extinguidos, después de que el gobierno de Washington decidiera su total eliminación al entender que para las tribus indias los appaloosa eran su mejor arma de guerra.
La recuperación de esta raza inmortal de caballos comenzó a partir de entonces siguiendo las rigurosas normas del APHC, de forma que a día de hoy ningún caballo appaloosa puede considerarse de “raza pura” si no cuenta con el correspondiente certificado de la APHC, para lo cual los progenitores también deben estar certificados. Además la tradición exige que toda la documentación sea pagada en dólares norteamericanos.
El nombre de appaloosa procede del territorio donde habitaban inicialmente las diferentes tribus Nez Perce, una zona próxima al río Palousse y que hoy forma parte del Nez Perce National Forest. Para los primeros colonizadores anglosajones aquellos caballos moteados que criaban los indios Nez Perce eran popularmente conocidos como los caballos del río Palousse, en inglés “apalousse river horse”.
Los Nez Perce eran excelentes jinetes y criaban sus appaloosa para la caza y para guerrear con las tribus vecinas, de ahí que estos caballos de 1,45 a 1,60 metros de alzada fueran especialmente duros, fuertes y preparados para soportar largas jornadas sin apenas beber y comer, lo que en la actualidad los ha convertido en caballos muy apreciados para participar en raids, rodeos y en general para cualquier prueba que requiera fortaleza y resistencia.
Y tan bueno fue el trabajo realizado por los Nez Perce que en 1876 el gobierno norteamericano dio orden a la Caballería de que todos los caballos appaloosa fueran aniquilados. Para evitarlo el jefe Joseph ordenó que los Nez Perce se retiraran con sus caballos hacia la frontera canadiense en busca de un santuario para ellos y sus monturas. Pero en 1877, antes de llegar a Canadá, los Nez Perce fueron rodeados por la caballería del general O. Howard y obligados a rendirse y a entregar sus armas y sus caballos.
Evidentemente la orden de aniquilar a los appaloosa no se cumplió del todo y un pequeño reducto de estos caballos sobrevivió hasta la creación en 1938 del APHC, aunque seguramente los appaloosa son unos auténticos supervivientes. En las paredes rocosas de la cueva francesa de Peche-Merle hace 18.000-20.000 años que antepasados nuestros ya dibujaron un grupo de caballos moteados, lo que según los expertos probaría que los appaloosa han estado con nosotros desde la prehistoria.
Pero que nadie se equivoque. Todos los caballos moteados que nos encontremos no tienen que ser appaloosa, aunque erróneamente así se les denomine. Los auténticos appaloosa, una raza reconocida internacionalmente desde 1950, tienen la piel moteada en la zona del hocico, alrededor de los ojos y en el área genital, además de tener en los ojos la esclerótica blanca como los seres humanos. Y si todo esto no fuera suficiente un buen caballo appaloosa tiene los casos rayados verticalmente.
Según todas las encuestas los appaloosa ocupan la tercera plaza en el ránking de caballos más populares y dentro de esta fama están sus muchas capas de pelaje. Las más frecuentes se denominan leopardo, lomo manchado, lomo claro y crines oscuras, copo de nieve, a gota y jaspeado.
Cuando los pioneros de la frontera americana vieron cabalgar a los indios en aquellos caballos veloces y coloridos los llamaron “espíritu del viento” y seguramente es esa personalidad indomable la que los ha acompañado desde la prehistoria hasta aquí.
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